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sábado, 3 de octubre de 2015

Castillo-convento de Calatrava La Nueva. Aldea del rey.

Calatrava la Nueva
    Por el difícil camino que asciende hasta la fortaleza, cabalgan unos caballeros de refulgentes corazas cubiertas por ropajes de pulcro color blanco, marcados sobre sus pechos y sobre sus túnicas con la gran cruz roja de la poderosa Orden de Calatrava. Lo más probable es, que la realidad fuese muy distinta, y esos ropajes blancos tuviesen poco de pulcros y la figura de esos caballeros no fuese tan gallarda, cuando, posiblemente, regresaran de un largo viaje o de alguna dura campaña contra los musulmanes. Sin embargo, la imagen de la fortaleza cristiana de Calatrava La Nueva, sí debía de imponer respeto y aún miedo, si el que la contemplaba era un posible atacante, cosa que, por otra parte, apenas ocurrió, como ya veremos más adelante, ya que apenas vio acciones de la reconquista. 


Historia

    Recordemos primero un poco de historia, antes de meternos de lleno en el tema que nos ocupa. Iniciado ya hace algún tiempo el periodo conocido como Reconquista, los reyes cristianos, sacan partido de la disgregación del califato cordobés en las numerosas taifas que rompen la unión musulmana peninsular y consiguen arrebatar numerosos territorios a los musulmanes, debilitados por luchas internas. Alarmados por esos avances cristianos, los monarcas andalusíes deciden llamar en su auxilio a las huestes almorávides, que traen una concepción del islam mucho más radical y extremista. Aunque tomaron casi todos los reinos de taifas, su relajación en cuestiones islámicas y el empuje de los almohades por el sur, provocó la desaparición de la Península y del norte de África. Pero el empuje cristiano era lento, pero incansable. En 1085, la ciudad de Toledo había sido reconquistada, quedándose la ciudad de Qal'at Rabah como punta de lanza de las ofensivas musulmanas. En 1147 la importante plaza musulmana de Qal'at Rabah cae a manos de los cristianos, y en 1150, el rey Alfonso VII decide que dada la importancia estratégica de la ciudad, la defensa de la misma ha de ser encomendada a la una entidad con un ejército estable, la Orden del Temple, siendo la primera posesión templaria de la Península. Pero, ante el empuje musulmán propiciado por el primer califa almohade Abd al-Mumin, los caballeros templarios deciden que no serán capaces de defender la plaza por falta de los efectivos necesarios,y deciden devolvérsela a Sancho III. 
Vista del castillo desde el arranque del camino que da acceso al castillo y que en su día fue empedrado para la visita del Felipe II.
    Ante la alarmante perspectiva de ver que la plaza más importante al sur de Toledo quedase indefensa y que se convirtiese de nuevo en punta de lanza musulmana, Sancho III ofreció la ciudad a aquel o aquellos que se hiciesen cargo de su defensa. La llamada del rey cayó en saco roto y ningún noble quiso hacerse cargo de tamaña misión. Sólo un monje, a la sazón, abad del monasterio cisterciense de Santa María de Fitero, fue el que dio un paso al frente y decidió hacerse cargo de la ciudad. El abad Raimundo Sierra, empujado por otro monje de su orden, Diego Velázquez, aceptó la oferta del rey, entre las risas y las chanzas de los nobles que allí se encontraban. El rey, que no tenía más ofertas, y cumplió su promesa, poniendo la ciudad bajo la custodia del abad. Así fue como, el abad, con la ayuda del arzobispo de Toledo que promueve  perdones y una cruzada, consiguen reclutar unas 20.000 personas con las que defender y repoblar la ciudad y sus inmediaciones. La orden fue dirigida en un principio por el propio Raimundo Sierra, como abad y como capitán general hasta su fallecimiento. 
   Las huestes del califa almohade que avanzaban hacia Calatrava se replegaron a tierras del sur, ante la perspectiva poco halagüeña de entrar en combate contra la nueva fuerza creada y al ver reforzadas las defensas de la plaza. A pesar de replegarse a tierras más seguras, los musulmanes no cejaron en sus ataques, razias y algaradas, dando la oportunidad a los caballeros de la nueva orden, de demostrar su valía.
Lienzo de la muralla, con parte del camino de acceso al recinto y con los restos del campanario.
    Tras la muerte de Raimundo Sierra, es creada la figura del Maestre para que sea éste el que dirija los designios de la orden, y como primer Maestre es elegido Don García, no sin que hubiese desavenencias entre monjes y caballeros. Los primeros querían que la orden fuese mandada por uno de los suyos y los caballeros se negaban a que el mando militar recayese en un monje, siendo los freires caballeros los ganadores de la partida. 
   Conforme la orden fue aumentando su fuerza, las acciones bélicas de la misma se fueron extendiendo fuera de la fortaleza de Calatrava, tomando plazas como Zorita de los Canes, Chillón o Malagón, que en la mayoría de los casos pasarían a ser heredades y señoría de la orden. Hacia 1194, el rey Alfonso VIII, retó, imprudentemente, al califa Yusuf II, a que enviase su ejército a la Península, para que fuese derrotado por los cristianos y a continuación utilizar sus propios barcos para cruzar el estrecho y derrotarle en Africa. Yusuf II, aceptó el reto y en 1195 cruzó el estrecho y avanzó hacia el norte, donde tras cruzar Despeñaperros, llegaron a las inmediaciones del castillo de Salvatierra donde sale a su encuentro una fuerza a caballo de la Orden de Calatrava, que es exterminada. Alfonso VIII reúne las fuerzas que puede en Toledo, incluidas las de León, Aragón y Navarra y emprenden la marcha hacia Alarcos, que por otra parte se encontraba más indefensa si cabe al no haber sido finalizadas las obras de fortificación de la plaza. Las tropas cristianas, a falta de la leonesas que se encontraban en camino, llegaron a Alarcos y el 19 de julio se produjo la batalla, en la que sucumbieron los cristianos, tanto por el mejor desempeño musulmán como por las condiciones climáticas. La plaza fue rendida por Diego López de Haro, pasando a manos almohades. Como si de un dominó se tratase, el resto de fortalezas de La Mancha en poder cristiano y casi todas de la Orden de Calatrava, sucumben al empuje musulmán, incluida la fortaleza de Calatrava. Los caballeros y los monjes calatravos han de retirarse a Ciruelos. El desastre por la derrota había sido monumental, ya que la frontera había retrocedido hasta los Montes de Toledo, con el consiguiente peligro para ciudades como la misma Toledo, Ávila, etc. 
     Tras recomponer sus fuerzas y solucionar ciertos problemas con la rama aragonesa de la orden, el nuevo maestre Martín Martínez reunió una pequeña fuerza, con la que en un osado golpe de mano, en 1198,  cruzó las antiguas tierras calatravas y tomó la fortaleza de Salvatierra, muy cerca de Sierra Morena. Durante el tiempo que la fortaleza permaneció en poder de los calatravos, la orden fue renombrada como Orden de Salvatierra. En 1211, la reducida guarnición cristiana, es asediada por los musulmanes, que acaban por rendir la fortaleza después de cincuenta días. Con anterioridad, el rey Alfonso VIII confirma la propiedad íntegra del Castillo de Dueñas, que se encuentra situado frente a Salvatierra y que fue donado en parte por Rodrigo Gutiérrez Girón y su mujer, unos años antes. En 1212, el 20 de julio, parten de Toledo las fuerzas cristianas unidas en cruzada contra la amenaza y constante pujanza almohade. Avanzan hacia el sur reconquistando casi todas las plazas que estaban en manos musulmanas: Calatrava, Malagón, ... . Salvatierra, queda sin ser tomada dada la dificultad del reto, que retrasaría en demasía el confrontamiento con el ejército musulmán.
   

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